Capítulo III
-No ha
venido-respondió Raquel cuando la chica le preguntó-.Como somos vecinos, lo he
visto salir de su casa, pero se dirigía al centro.
Brenda se quedó
atónita. ¿Y si estaba enfadado con ella? ¿O si en realidad estaba enfermo? No,
si no se hubiera quedado en casa y no hubiera ido al centro.
Brenda estaba
pensativa. En ese momento, Cecilia pasó por allí. Brenda le preguntó:
-Siento mucho lo
que pasó. Sé que sigues enfadada, pero, ¿puedes decirme qué tal fue la fiesta
de mi padre?
-Bien.
Brenda asintió. No
había forma de conseguir que Cecilia la perdonara.
-Pues…me voy a
clase.
-Adiós-respondió
Cecilia con tono seco.
Brenda pasó la
clase mirando a Cecilia. Echaba de menos mandarle notas y dibujos. Incluso
echaba de menos que la profesora les riñera. De repente, Brenda se puso a
llorar.
-¿Qué te pasa,
Brenda?- le preguntó Fernando, el profesor que les estaba dando clase.
Brenda no
respondió.
El profesor dijo:
-Vete a echarte
agua y quédate fuera hasta que se te pase.
Brenda obedeció.
Al terminar las
clases, Cecilia se atrevió a preguntarle a Brenda:
-¿Por qué
llorabas?
-Por lo
nuestro-respondió la chica-.Piensa en todo el tiempo que hemos estado juntas.
Desde pequeñitas jugábamos en la guardería y nos gustaba el mismo chico, y
nuestros padres decidieron mandarnos al mismo instituto. Piensa también en que,
al final, cualquiera de nosotras podría quedarse con Alejandro, pero nuestra
amistad seguiría durando.
Cecilia se
compadeció de ella y se fue.
Brenda decidió ir
a casa de Alejandro para ver qué pasaba. Cuando llamó a la puerta, le abrió él
mismo y la invitó a sentarse en el sillón de la entrada. La casa era fría y la
entrada no tenía muchos objetos; tres sillones, una mesa, una estantería y unos
cuadros.
Alejandro dijo:
-Supongo que has
venido para preguntarme por qué no he ido al instituto.
-¿Cómo lo
sabes?-preguntó Brenda.
-Ya ha venido
Carlos. ¡Cómo me he reído!
-Sí, pero…
-Eso, que no he
ido al instituto porque mi madre está muy enferma. No me había dado cuenta
hasta que me enseñó su diario. Mira:
Querido diario:
Ayer
por la noche me sentía muy mal. No se lo dije a nadie, sólo a mi médico, que me
recetó unas pastillas. Le pregunté qué me pasaba, pero él respondió que no lo
tenía claro, solo sabía que era una especie de tuberculosis, pero que todavía
no me ingresaría en el hospital para que pudiera ver cómo me iba la medicina.
Estoy
horrorizada. ¿Y si pasa como aquel libro?
Cuando Brenda
terminó de leer, se quedó con la boca abierta. ¡No podía ser!
Se quedó en
silencio hasta que Alejandro añadió:
-Y no he ido al
instituto porque tenía que quedarme con
ella, porque ni mi hermana ni mi padre podían.
Brenda se conformó
con lo que Alejandro le dijo y no preguntó sobre la salida al centro que Raquel
había afirmado.
-Vale, me voy a
comer a casa. ¡Tengo un hambre!-dijo Brenda, acercándose a la puerta-. Lamento
mucho lo de tu madre, si pudiera ayudarte en algo…Te apoyaré para que no pase
nada grave.
Antes de que
Brenda se fuera, Alejandro respondió:
-Igual sí me
puedes ayudar en algo. ¿Te importaría decirme cada día los deberes que tenemos?
Brenda no lo dudó
ni un segundo, dispuesta a ayudar a Alejandro y no contarle lo de Jennifer, así
que respondió:
-No te preocupes,
lo haré. Hoy sólo nos han mandado estudiar Filosofía.
Cuando Brenda
salió de la casa, cruzó una calle larga y estrecha, dónde no había muchos
coches; atravesó un campo y una calle ancha, y, a la vuelta de la esquina, divisó
su casa a unos pocos metros. Fue corriendo y llamó al timbre. Le abrió su madre
y le dijo:
-Hola, preciosa.
Ha venido Cecilia preguntando por ti. Yo le he dicho que todavía no estabas y
ha dejado un paquete para ti. ¿Has llegado otra vez tarde?
Brenda respondió:
-No, es que he ido
a visitar a Alejandro. Su madre tiene tuberculosis y no ha ido al instituto.
Dame el paquete.
Su madre la invitó
a pasar y le dio un paquete pequeño, con una nota en la que ponía:
“Tu madre te
contará lo sucedido. Que sepas que ya no estoy enfadada contigo. Tenías razón
sobre que al final una de nosotras se quedaría con Alejandro. Toma esto”
Brenda abrió el
paquete y encontró un trozo de bizcocho: ¡Lo había hecho Cecilia!
Después de
almorzar, se comió el pedazo de bizcocho y estudió Filosofía. Estudió tres
horas, y en vez de aprender solamente un tema, repasó los tres anteriores.
Brenda era muy buena estudiante.
Cuando terminó,
Jennifer fue a visitarla:
-¿A qué has
venido?-preguntó Brenda sorprendida y a la vez enfadada.
-Pues, a pedirte
perdón. Me parece que me pasé con el cotilleo y le pediré a Paula que borre el
cotilleo del blog-.explicó ella con cara inocente. (Aunque estaba mintiendo)
Brenda se
compadeció de ella y dijo:
-Bueno, te pasaste
publicándolo en el blog, pero si me pides perdón y lo borras, te perdonaré.
Jennifer se fue y,
cuando estaba en la entrada de la casa, se empezó a reír a carcajadas. Pero
Cecilia estaba espiándola y, al oír su plan, fue corriendo a buscar a
Alejandro.
El siguiente día,
en el instituto, Cecilia le dijo a Jennifer:
-Sé tu plan, y no
dejaré que lo lleves a cabo.
-¿Y quién me lo va
a impedir?
-Él-respondió
Cecilia señalando a Alejandro.
Todos los alumnos,
incluida Brenda, se acercaron a ellos.
-Jennifer,-dijo
Alejandro acercándose a ella- sabemos tu
plan y evitaremos que lo hagas.
La chica no podía
moverse. Preguntó:
-¿Có-có-cómo lo
haréis?
Cecilia respondió:
-Se lo hemos dicho
a los profesores.
-Y al
director-añadió Alejandro.
Jennifer se puso a
llorar y corrió al baño para decirle por el móvil a su novio lo que había
pasado.
Mientras, en los
pasillos, Brenda les preguntó a Cecilia y a Alejandro:
-Muchas gracias,
pero, ¿cuál era el plan de Jennifer?
Cecilia explicó:
-Quería que le
perdonaras para decirlo por el blog, y así poder escribir también que te
gustaba Carlos.
-¿Por qué has
venido, Alejandro?-preguntó Brenda.
-Cecilia me avisó,
y no podía quedarme en casa y dejar que Jennifer llevara a cabo su plan.
-Gracias,
chicos-volvió a agradecerles Brenda.
Todos se fueron a
clase. Pasaron las clases de Biología, Matemáticas, Física y Química y los
alumnos salieron al recreo. Jennifer lloraba y lloraba en el servicio, incluso
se perdió las clases de ese día. Ya en casa, Brenda le contó todo lo ocurrido a
su madre, que opinó:
-Pobre Jennifer,
aunque haya estado mal lo que ha hecho, no deberíais haberla tratado así.
Brenda, sin
compasión, dijo:
-Pero ella publicó
cosas privadas. Igual alguien grabó el vídeo…
Efectivamente, el
siguiente día en el aula de trabajo del instituto, Sonia presentó un trabajo
sobre lo que sucedió y lo tituló “Jennifer la chula”. Luis presentó un trabajo
del mismo tema que Sonia y lo tituló “Las chicas Jennifer se desbordan”. Para
terminar, Paula dedicó cinco páginas sobre ese tema, lo tituló “Jennifer con
las manos en la masa, roja como un tomate”, y ese fue el trabajo que publicaron
en el blog junto al vídeo. Los demás hicieron trabajos de otros temas.
En esos días nadie
habló de nada más que lo de Jennifer, hasta que un día Alejandro le dijo a
Brenda:
-Mi madre está muy
grave. Me lo estuvo ocultando hasta que se la llevaron al hospital. Dice que no
quería preocuparme más de lo que estaba, pero no sé si es verdad. Han hecho
todo lo que han podido con ella. Esta noche será la definitiva. Si la pasa
bien, volverá a casa, si no-Alejandro bajó el tono de voz- morirá.
Brenda bajó la
cabeza.
-Alejandro- le
dijo- esta noche rezaré todo lo que pueda.
-Brenda, puedes
venirte a mi casa por la noche y rezaremos juntos. Los médicos dicen que me
llamarán cuando sepan algo, si quieres, llévate el saco de dormir.
Brenda asintió. No
dejaría a Alejandro solo hasta que recibieran noticias.
Que triste es la historia :´(
ResponderEliminarQue va, sólo esa parte. Puedes leer el libro entero en cuentos.
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