Capítulo I
Era por la mañana.
Brenda se despertó y escuchó gritar a su padre.
-Papá, ¿Qué pasa?-preguntó
ella.
El señor Adam
Brown estaba hablando por teléfono.
-No se preocupe,
ahora mismo estoy allí.
-¿Qué pasa, papá?-
repitió Brenda.
-Nada, hija-
respondió su padre.
-Papa, ¿cómo voy a
nadar ahora? Venga, dímelo-insistió la chica.
-¡Son cosas del
trabajo!-gritó Adam Brown y se fue.
-Cariño, tienes
catorce años, no puedes seguir metiéndote en las cosas de tu padre.
¿Entiendes?-preguntó la madre de Brenda.
-Vale, mamá-
respondió ella-Adiós, me voy al instituto.
Brenda cogió su
mochila y se montó en el autobús que le esperaba en la puerta.
Se sentó al lado
de Cecilia, su amiga desde pequeña. Cecilia le dijo a Brenda:
-Como hoy tenemos
examen de química te contaré una historia para quitarnos los nervios.
-Vale
Cecilia empezó:
-Había una niña
llamada… di un nombre.
-Cachurra
-Vale, está bien.
Se llamaba Cachurra y tenía una amiga llamada…
-Da igual.
-Es raro, pero si
tú quieres… Cachurra y Da igual eran muy amigas y… te estás aburriendo,
¿verdad?
-Sí, adiós.
Brenda salió del
autobús seguida por su amiga y entraron en el colegio.
-¿Qué tal,
chicas?- les preguntó Alejandro, el chico que les gustaba.
Ellas se sonrojaron
y respondieron:
-Su-su-per-per
bien-n.
-¿Os pasa algo?
-No, ¿por
qué?-dijo Brenda.
-Es que estáis
rojas. Bueno, pues adiós.
-Sí, adiós- logró
decir Cecilia.
Las dos fueron a
sus cajones donde guardaban los libros y todo y, cuando los abrieron, vieron la
foto de Alejandro. Cogieron sus libros y corrieron hasta clase.
-Buenos días- saludó
la profesora.
Todos la saludaron
menos Brenda, que estaba dibujando en su cuaderno a Alejandro y Cecilia, que
estaba mirando al chico.
La profesora
empezó a explicar:
-Si abrís por la
página ochenta y tres veréis cómo se hace una ecuación. Brenda, ¿qué estás
haciendo?
-Ahora mismo lo
guardo, profesora.
Brenda le pasó el
papel a Cecilia y Cecilia se lo guardó para verlo después.
Al finalizar la
clase, la profesora le dijo a Brenda:
-Sé lo que estabas
haciendo y sé que a Cecilia y a ti os gusta Alejandro.
-¿Cómo lo sabes?-preguntó
Brenda.
-Vete a hablar con
él.
Dicho esto, Brenda
se atrevió a hablar con Alejandro.
Pero, al momento,
Brenda se esfumó.
-Hola, Brenda-dijo
Cecilia-He visto tu dibujo. ¡Qué guapo te ha salido!
Brenda respondió:
-Más guapo es él.
Las dos se rieron
y acudieron al comedor.
Cogieron su comida
y se sentaron en una mesa.
-Hola,
enamoradillas tontillas-dijo una chica de cabello rubio y largo que Brenda y
Cecilia conocían muy bien.
-Hola,
Jennifer-respondió Brenda con tono de repugnancia.
Jennifer alzó su
plato de puré de salmón y se lo tiró a Brenda.
-¿Por qué le has
hecho esto?-preguntó Cecilia.
Jennifer
respondió:
-Por todo lo que
me debe.
Mientras Jennifer
se alejaba, Cecilia gritó:
-¡Pronto me las
pagarás!
Pero cuando
Jennifer se fue a sentar en su sitio, Cecilia le tiró un tomate en la cabeza.
Todos los alumnos
de la sala exclamaron:
-¡Guerra de
comida!
En un instante,
estaban todos llenos de comida. La mujer que repartía la potingue (la comida
estaba asquerosa) fue a avisar a los profesores. Cuando los tutores llegaron a
la sala, todos los jóvenes estaban escondidos. Fernando, uno de los profesores,
dijo:
-Como no salga
aquí el que ha empezado la guerra de comida os quedaréis en el colegio hasta
las tres y diez.
Fernando miraba
toda la sala con la intención de encontrar al culpable, pero el joven o la
joven no salía de su escondite.
-¡El culpable
tiene diez segundos para declararse!-gritó Fernando.
Uno, dos, tres,
cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve…
Brenda se dio
cuenta de que Cecilia no iba a salir ahí, delante de los profesores ni por
dinero. Por eso, decidió mentir y ella salió delante de los profesores.
Cuando ellos la
vieron, Marta, otra profesora, dijo:
-¿Cómo has podido
ser tú, Brenda? Una chica tan buena, tan disciplinada, que no rechaza la comida
del comedor…Bueno, si esto es verdad tú tendrás un castigo cómo le pasaría a
cualquiera.
Brenda estaba
muda, pero consiguió decir:
-¿Qué castigo
tendré que hacher, digo, hacer?
-Pues… te quedarás
en clase cuando los demás se vayan a casa.
-¿Qué haré,
señorita?-preguntó Brenda.
Marta respondió:
-Harás una copia
de las páginas ochenta, ochenta y uno, ochenta y dos, ochenta y tres, ochenta y
cuatro y ochenta y cinco del libro de Biología. ¿Entendido?
-Sí.
Cuando terminó
aquella tortura, Cecilia se puso a llorar y le dio un abrazo a su amiga.
-Has sido muy
valiente, no como yo, que soy una cobarde y he sido una tonta al no salir
delante de los profesores, gracias-dijo ella mientras le abrazada con firmeza.
-Tranquila,
cumpliré el castigo y podré ir a tu casa.
-¿Qué dices? Tú a
mi casa…
-Claro, ¿no te
acuerdas?
-Sí, ya me
acuerdo. Gracias por recordármelo.
En ese momento
sonó el timbre y Brenda y Cecilia fueron a su clase a dar Biología.
-Hola,
Alejandro-le saludó Brenda al verlo-Eh, después de clase quiero hablar contigo.
-Okei-respondió él
con su saludo que significaba “vale”.
Cuando todos
estaban sentados en su sitio, Diego, el profesor de Matemáticas, entró en clase
y se puso a hablar con Marta, la profesora que nos estaba dando Biología.
Entonces, nos pusimos todos a hablar.
Alberto, que
estaba detrás de Brenda, le dijo a ésta:
-Pobrecita… Tú no
tenías la culpa, pero la tonta de Cecilia es tan tonta que otra vez ha sido
tonta.
-¿¿¿Qué???-preguntó
Brenda un “poco” confundida.
-Ya sabes. Por
cierto, ¿tienes novio?
-¡A ti que te
importa!
Brenda sabía muy
bien que Alberto estaba loquito por ella porque a todos los chicos de la clase
les gustaba Brenda menos a uno que le gustaba Jennifer y a otros dos que la
chica había visto algunas veces juntos, pero ese era otro caso.
Unos segundos
después empezó Carlos con su show. Se subió en la mesa sin que lo vieran los
profesores y tiró el lápiz de Alberto por la ventana. Éste se lo dijo
rápidamente a los profesores.
-Carlos, te
quedarás castigado en clase con Brenda después-dijo Marta-.Ahora baja y coge el
lápiz de Alberto.
Carlos se fue y
Laura le susurró a Brenda:
-Quién sabe a
dónde ha ido ese. Je, je.
Capítulo II
Al final de las
clases Brenda se despidió de Cecilia y se puso a copiar las páginas que le
habían pedido los profesores. Entonces, Carlos le preguntó a Brenda:
-¿No tenías que
hablar con Alejandro o algo así?
Brenda pensó:
-¡Es verdad! Cómo
se me habrá podido olvidar ¡Qué tonta!
Cuando Brenda
decidió que iba a hablar con el chico el próximo día, siguió copiando las
páginas.
-¡Qué rollo, otra
vez la raíz cuadrada de cinco!-se decía Brenda mientras Carlos miraba los
dibujos que había hecho ella en la mochila.
-Brenda, ¿por qué
en tu mochila pone un millón de veces (contadas) “Vaya con el cinquillo”?
-No es nada,
Carlos. Por cierto, ¿no tienes nada que hacer en vez de despistarme con el
cinco?
-Bueno, en
realidad sí tengo algo que hacer, pero prefiero darte la castaña.
Brenda cogió su
lápiz y lo tiró a la otra punta de la clase.
-¡Perrito, vete a
por él!
-No cuela,
Brenda-dijo Carlos enfadado-.Si no queda más remedio iré a por él y me pondré a
estudiar.
-Buen chico.
-¡Eh!
Entonces, Carlos
le entregó el lápiz a la chica y se puso a dibujar. Brenda se dio la vuelta y
vio que Carlos no estaba estudiando. Suspiró, miró su reloj y siguió copiando.
Eran las 2:55. ¡Quedaban cinco minutos para terminar el castigo!
Por suerte, ese
día no había llegado nadie tarde, por lo que Brenda terminó la copia a la hora
justa. Bueno, a la hora justa no; ya eran las 3:15.
Brenda avisó a
Carlos y salieron del instituto.
Brenda exclamó:
-¡Bua! ¡Llego
tarde a casa de Ceci!
Tenía razón,
porque eran las 3:20.
Entonces, Brenda
echó a correr para llegar a casa de su amiga.
Por lo menos, la
casa de Cecilia estaba a pocos metros del instituto. Cuando la muchacha alcanzó
la casa de su amiga, llamó al timbre y abrió la madre de Cecilia.
-Hola, cariño.
Estás sudando, ¿quieres algo? ¿Agua? ¿Un bocadillo?
-Por favor, todo
lo que has dicho.
-Ahora mismo.
Entra, Cecilia está en su habitación.
-Muchísimas
gracias
Brenda entró en la
casa. ¡Estaba decorada con motivos de cumpleaños!
-¿Por qué tenéis
la casa así?- le preguntó Brenda a la madre de Cecilia.
La mujer
respondió:
-Mañana es el
cumpleaños de tu padre y le vamos a hacer una fiesta sorpresa.
Brenda exclamó:
-¡¿A mi padre?!
¿Os habéis acordado de su cumple? ¡Le queréis más que yo!
-No, pequeña.
Mira, ahí está Cecilia-dijo la madre de la muchacha al verla.
-Hola, Brenda.
¿Has venido sin pasar por tu casa?
-Sí, pero lo
importante es que ya he llegado y podemos hacer lo que quieras.
-¿Vemos una
película?
-Vale.
-Mamá, necesito
palomitas, el salón y todas las pelis que encuentres.
La madre de
Cecilia se fue a la cocina a hacer las palomitas.
Cuando terminaron
de ver las películas, Brenda llegó a su casa y se puso a hacer los deberes.
Como tenía pocos, los terminó pronto y llevó a su hermana pequeña al parque.
-¡Maldita sea, ahí
está Jennifer y las otras!-se dijo Brenda cuando las vio, demasiado alto,
porque su hermana (Rosalía) la oyó.
-Brenda, ¿qué
pasa?-preguntó Rosalía.
-Mira,Rosalía-dijo Brenda señalando hacia “Las JENNIFER”.-Esas
chicas son lo peor. Pase lo que pase, no les hagas caso. ¿Entendido?
-Sí.
-¿Lo prometes?
-Sí.
-¿De verdad?
-Cuando hago una
promesa no la incumplo jamás.
-¿Seguro?-dijo una
voz detrás de ellas.
-¡Las chicas más
tontas del instituto!-gritó Brenda para saludar a “Las Jennifer”.
-Hola, bichaja. Quiero
decir: Hola, bichejo. Así que ésta es tu hermana.
Las otras chicas
le hicieron eco.
-Sí, es mi
hermana-dijo Brenda enfadada-.Y ya sabe leer, no como tú.
-¿Cómo?-preguntó
alarmada Jennifer-.Chicas, vámonos.
-Eso, vete, nadie
se mete con mi hermana-dijo en voz baja Rosalía mientras se alejaban “Las
Jennifer”.
Brenda le dijo a
su hermanita:
-Ya puedes jugar
tranquila.
Rosalía se fue y
empezó a columpiarse, mientras que Brenda leía sentada en un banco.
De repente,
alguien le tapó los ojos con las manos y preguntó:
-¿Quién soy?
Brenda dijo sin
dudar:
-Alejandro, ¿por
qué has venido al parque?
El muchacho se
sentó en el banco y respondió:
-Mi hermana
pequeña va a la academia de inglés, y como está tan cerca se me ha ocurrido
venir.
Me ha dicho un pajarito
que antes querías hablar conmigo. Pero se te ha olvidado, ¿verdad?
-Pues sí-respondió
Brenda, roja de la vergüenza-.Quería decirte que, bueno, no sé.
-¿Te gusto?
-Sí.
-Pues a mí también
me gustas.
Lo siguiente
ocurrió muy rápido: Brenda y Alejandro estuvieron hablando de si quedaban tal
día, o el otro…sin darse cuenta de que alguien les estaba observando. Y ese
alguien era… ¡Jennifer!
Si Jennifer se
callara y no publicara los cotilleos en el blog del instituto, no abría ningún
problema, pero ya os imaginaréis lo que pasó.
El siguiente día,
en el aula de trabajo del instituto, cada delegado y subdelegado de su respectiva clase presentó su documento
para el blog. Allí estaban, entre otros: Brenda y Mario, Jennifer y Sami,
Santiago y Manuel…
Brenda presentó un
documento sobre los poemas para niños. Empezó a leer:
<Los niños son
tan divertidos que hasta han hecho sus propios poemas. Mirad:
El
hada más hermosa ha sonreído
Al
ver la lumbre de una estrella pálida,
Que
en hilo suave, blanco y silencioso
Se
enrosca al huso de su rubia hermana.
Y
vuelve a sonreír porque en su rueca…>
Cuando llegó el
turno de Jennifer, enseñó su documento. Todos lo leyeron con curiosidad excepto
Brenda, que estaba sentada en su asiento con la cara como un tomate de la vergüenza.
Al salir del aula
de trabajo, Paula se ofreció para escribir los documentos de cada delegado en
el blog.
El instituto
transcurrió como todos los días, porque hasta la noche no empezaron a hablar
del blog. A Brenda le mandaban mensajes felicitándola o diciéndole que tenía
mucho morro. Pero le llegó uno muy especial. Era como éste.
Pensaba que éramos amigas y
que compartíamos al chico que nos gustaba. Me has roto el corazón LM
|
Brenda se
entristeció, pero, después, se enfadó con Cecilia. ¿Qué quería que hiciera? ¡Si
él empezó! Ésta fue su conversación.
Brenda: ¡Él empezó!
Cecilia: ¡Pero tú le seguiste!DDDDDD
Brenda: Lo siento
Cecilia: No me vale. Hasta mañana m
|
-Gracias,
Jennifer-dijo Brenda con tono de repugnancia-. Has conseguido que mi mejor
amiga me odie.
Jennifer bromeó:
-Ah, ¿es que
tenías amigas? No lo sabía. Serán tan tontas como tú.
Sus amigas fueron
las únicas que se rieron. Después, “Las Jennifer” se fueron dejando su perfume
por donde iban pasando. Esta vez, Jennifer se había pasado mucho.
-¡Meterse en cosas
íntimas! ¡Y encima publicarlas!-exclamó Brenda. Su mejor amiga la había dejado,
pero, ¿cómo estaría Alejandro? Le buscó por todo el instituto hasta que le
preguntó a Raquel si lo había visto.
Capítulo III
-No ha
venido-respondió Raquel cuando la chica le preguntó-.Como somos vecinos, lo he
visto salir de su casa, pero se dirigía al centro.
Brenda se quedó
atónita. ¿Y si estaba enfadado con ella? ¿O si en realidad estaba enfermo? No,
si no se hubiera quedado en casa y no hubiera ido al centro.
Brenda estaba
pensativa. En ese momento, Cecilia pasó por allí. Brenda le preguntó:
-Siento mucho lo
que pasó. Sé que sigues enfadada, pero, ¿puedes decirme qué tal fue la fiesta
de mi padre?
-Bien.
Brenda asintió. No
había forma de conseguir que Cecilia la perdonara.
-Pues…me voy a
clase.
-Adiós-respondió
Cecilia con tono seco.
Brenda pasó la
clase mirando a Cecilia. Echaba de menos mandarle notas y dibujos. Incluso
echaba de menos que la profesora les riñera. De repente, Brenda se puso a
llorar.
-¿Qué te pasa,
Brenda?- le preguntó Fernando, el profesor que les estaba dando clase.
Brenda no
respondió.
El profesor dijo:
-Vete a echarte
agua y quédate fuera hasta que se te pase.
Brenda obedeció.
Al terminar las
clases, Cecilia se atrevió a preguntarle a Brenda:
-¿Por qué
llorabas?
-Por lo
nuestro-respondió la chica-.Piensa en todo el tiempo que hemos estado juntas.
Desde pequeñitas jugábamos en la guardería y nos gustaba el mismo chico, y
nuestros padres decidieron mandarnos al mismo instituto. Piensa también en que,
al final, cualquiera de nosotras podría quedarse con Alejandro, pero nuestra
amistad seguiría durando.
Cecilia se
compadeció de ella y se fue.
Brenda decidió ir
a casa de Alejandro para ver qué pasaba. Cuando llamó a la puerta, le abrió él
mismo y la invitó a sentarse en el sillón de la entrada. La casa era fría y la
entrada no tenía muchos objetos; tres sillones, una mesa, una estantería y unos
cuadros.
Alejandro dijo:
-Supongo que has
venido para preguntarme por qué no he ido al instituto.
-¿Cómo lo
sabes?-preguntó Brenda.
-Ya ha venido
Carlos. ¡Cómo me he reído!
-Sí, pero…
-Eso, que no he
ido al instituto porque mi madre está muy enferma. No me había dado cuenta
hasta que me enseñó su diario. Mira:
Querido diario:
Ayer
por la noche me sentía muy mal. No se lo dije a nadie, sólo a mi médico, que me
recetó unas pastillas. Le pregunté qué me pasaba, pero él respondió que no lo
tenía claro, solo sabía que era una especie de tuberculosis, pero que todavía
no me ingresaría en el hospital para que pudiera ver cómo me iba la medicina.
Estoy
horrorizada. ¿Y si pasa como aquel libro?
Cuando Brenda
terminó de leer, se quedó con la boca abierta. ¡No podía ser!
Se quedó en
silencio hasta que Alejandro añadió:
-Y no he ido al
instituto porque tenía que quedarme con
ella, porque ni mi hermana ni mi padre podían.
Brenda se conformó
con lo que Alejandro le dijo y no preguntó sobre la salida al centro que Raquel
había afirmado.
-Vale, me voy a
comer a casa. ¡Tengo un hambre!-dijo Brenda, acercándose a la puerta-. Lamento
mucho lo de tu madre, si pudiera ayudarte en algo…Te apoyaré para que no pase
nada grave.
Antes de que
Brenda se fuera, Alejandro respondió:
-Igual sí me
puedes ayudar en algo. ¿Te importaría decirme cada día los deberes que tenemos?
Brenda no lo dudó
ni un segundo, dispuesta a ayudar a Alejandro y no contarle lo de Jennifer, así
que respondió:
-No te preocupes,
lo haré. Hoy sólo nos han mandado estudiar Filosofía.
Cuando Brenda
salió de la casa, cruzó una calle larga y estrecha, dónde no había muchos
coches; atravesó un campo y una calle ancha, y, a la vuelta de la esquina, divisó
su casa a unos pocos metros. Fue corriendo y llamó al timbre. Le abrió su madre
y le dijo:
-Hola, preciosa.
Ha venido Cecilia preguntando por ti. Yo le he dicho que todavía no estabas y
ha dejado un paquete para ti. ¿Has llegado otra vez tarde?
Brenda respondió:
-No, es que he ido
a visitar a Alejandro. Su madre tiene tuberculosis y no ha ido al instituto.
Dame el paquete.
Su madre la invitó
a pasar y le dio un paquete pequeño, con una nota en la que ponía:
“Tu madre te
contará lo sucedido. Que sepas que ya no estoy enfadada contigo. Tenías razón
sobre que al final una de nosotras se quedaría con Alejandro. Toma esto”
Brenda abrió el
paquete y encontró un trozo de bizcocho: ¡Lo había hecho Cecilia!
Después de
almorzar, se comió el pedazo de bizcocho y estudió Filosofía. Estudió tres
horas, y en vez de aprender solamente un tema, repasó los tres anteriores.
Brenda era muy buena estudiante.
Cuando terminó,
Jennifer fue a visitarla:
-¿A qué has
venido?-preguntó Brenda sorprendida y a la vez enfadada.
-Pues, a pedirte
perdón. Me parece que me pasé con el cotilleo y le pediré a Paula que borre el
cotilleo del blog-.explicó ella con cara inocente. (Aunque estaba mintiendo)
Brenda se
compadeció de ella y dijo:
-Bueno, te pasaste
publicándolo en el blog, pero si me pides perdón y lo borras, te perdonaré.
Jennifer se fue y,
cuando estaba en la entrada de la casa, se empezó a reír a carcajadas. Pero
Cecilia estaba espiándola y, al oír su plan, fue corriendo a buscar a
Alejandro.
El siguiente día,
en el instituto, Cecilia le dijo a Jennifer:
-Sé tu plan, y no
dejaré que lo lleves a cabo.
-¿Y quién me lo va
a impedir?
-Él-respondió
Cecilia señalando a Alejandro.
Todos los alumnos,
incluida Brenda, se acercaron a ellos.
-Jennifer,-dijo
Alejandro acercándose a ella- sabemos tu
plan y evitaremos que lo hagas.
La chica no podía
moverse. Preguntó:
-¿Có-có-cómo lo
haréis?
Cecilia respondió:
-Se lo hemos dicho
a los profesores.
-Y al
director-añadió Alejandro.
Jennifer se puso a
llorar y corrió al baño para decirle por el móvil a su novio lo que había
pasado.
Mientras, en los
pasillos, Brenda les preguntó a Cecilia y a Alejandro:
-Muchas gracias,
pero, ¿cuál era el plan de Jennifer?
Cecilia explicó:
-Quería que le
perdonaras para decirlo por el blog, y así poder escribir también que te
gustaba Carlos.
-¿Por qué has
venido, Alejandro?-preguntó Brenda.
-Cecilia me avisó,
y no podía quedarme en casa y dejar que Jennifer llevara a cabo su plan.
-Gracias,
chicos-volvió a agradecerles Brenda.
Todos se fueron a
clase. Pasaron las clases de Biología, Matemáticas, Física y Química y los
alumnos salieron al recreo. Jennifer lloraba y lloraba en el servicio, incluso
se perdió las clases de ese día. Ya en casa, Brenda le contó todo lo ocurrido a
su madre, que opinó:
-Pobre Jennifer,
aunque haya estado mal lo que ha hecho, no deberíais haberla tratado así.
Brenda, sin
compasión, dijo:
-Pero ella publicó
cosas privadas. Igual alguien grabó el vídeo…
Efectivamente, el
siguiente día en el aula de trabajo del instituto, Sonia presentó un trabajo
sobre lo que sucedió y lo tituló “Jennifer la chula”. Luis presentó un trabajo
del mismo tema que Sonia y lo tituló “Las chicas Jennifer se desbordan”. Para
terminar, Paula dedicó cinco páginas sobre ese tema, lo tituló “Jennifer con
las manos en la masa, roja como un tomate”, y ese fue el trabajo que publicaron
en el blog junto al vídeo. Los demás hicieron trabajos de otros temas.
En esos días nadie
habló de nada más que lo de Jennifer, hasta que un día Alejandro le dijo a
Brenda:
-Mi madre está muy
grave. Me lo estuvo ocultando hasta que se la llevaron al hospital. Dice que no
quería preocuparme más de lo que estaba, pero no sé si es verdad. Han hecho
todo lo que han podido con ella. Esta noche será la definitiva. Si la pasa
bien, volverá a casa, si no-Alejandro bajó el tono de voz- morirá.
Brenda bajó la
cabeza.
-Alejandro- le
dijo- esta noche rezaré todo lo que pueda.
-Brenda, puedes
venirte a mi casa por la noche y rezaremos juntos. Los médicos dicen que me
llamarán cuando sepan algo, si quieres, llévate el saco de dormir.
Brenda asintió. No
dejaría a Alejandro solo hasta que recibieran noticias.
Capítulo IV
Como lo habían
planeado, esa noche Brenda fue a casa de Alejandro, cenaron juntos, colocaron
los sacos de dormir en la habitación de la madre del chico y rezaron.
En mitad de la
noche, sonó el teléfono. Había llegado la hora. ¿Vida o muerte?
-Coge tú-le pidió
Alejandro a Brenda.
La chica descolgó
el teléfono con las manos temblorosas y dijo:
-Es-tá aquí, soy
su a-mi-ga. Ya, a-diós.
Brenda se puso a
sollozar, abrazó a Alejandro y le susurró al oído:
-Tu madre ha
muerto.
Alejandro no podía
llorar. No sabía qué hacer. No se lo creía. Se quedó inmóvil. Al cabo de un
rato, empezó a gritar y a llorar.
Brenda lo consoló.
Le besó en la mejilla y le dijo:
-Ahora descansará
en paz, lo que pasa es que no nos damos cuenta.
Alejandro pareció
consolarse.
-Al menos te tengo
a ti-dijo mientras se acercaba para besarla en los labios.
Brenda se apartó.
-Alejandro, no es
buen momento.
-Pero ahora eres
lo que más me importa del mundo. Mi hermana y mi padre van después-dijo él
acompañando su discurso con una sonrisa melancólica.
Brenda le abrazó
fuertemente.
-No me iré hasta
mañana por la mañana. Puedo ir a las siete a casa. Me da tiempo de sobra para
cambiarme e ir al instituto.
-Gracias, amor.
Supongo que ahora tendré que acostumbrarme a ir al instituto sin despedirme de
mi madre. Por lo menos podré mirar al cielo y decir “Hasta nunca, mamá”. Así
todos los días.
Brenda no podía
reírse. Le parecía muy serio ese asunto, pero suponía que Alejandro intentaba
suavizarlo.
-Hasta mañana-se
despidió Brenda mientras se acostaba.
Esa noche
Alejandro no pudo dormir. Sin embargo, Brenda durmió como un tronco.
A la mañana
siguiente nadie habló de lo de la madre de Alejandro, porque la mayoría no lo
sabía. Sólo Cecilia y Jennifer (que nunca se rendía) lo sabían. La única que
dijo un comentario fue la segunda, que se dirigió a Alejandro con una sonrisa
de oreja a oreja, pero cuando llegó allí se entristeció. (Claro está, era
mentira)
-Pobre, se ha
muerto tu madre. Mira como lloro-la chica soltó unas lagrimitas que se pudo
notar que estaba mintiendo-. Supongo que ahora que no tienes una persona que te
mande…Estoy libre de miércoles a sábado.
Jennifer escribió
su número de teléfono en un papel que le habían dado las de su club y se lo
entregó a Alejandro. Éste lo rechazó y dijo:
-Que sepas que mi
padre no me deja salir con rubias, y mucho menos tontas.
Una chica lista
habría respondido “Pues ahí tienes a una” y señalaría a Brenda, pero Jennifer
soltó un gruñido y se fue.
Pasaron tres meses
y Alejandro, Brenda y Cecilia habían asistido al funeral de la madre del
primero y ese mismo día se acababa el curso.
Todos los alumnos
se despidieron de sus compañeros y profesores menos Jennifer, que no había
ganado nada de fama en el instituto ese curso, sólo había conseguido que
arruinaran su reputación.
Ya en casa, Brenda
llamó por teléfono a Cecilia y a Alejandro para preguntarles si querían ir a la
boda de su prima dentro de un año. Les explicó que necesitaba saberlo pronto
para empezar a preparar la boda. Los dos le dijeron que sí. Fátima (su prima)
tenía veinte años y se iba a casar con un hombre de veintitrés años llamado
John. Era muy bueno, formal y muy guapo. Cecilia y Brenda aprovecharon esas
vacaciones para buscarle a Fátima un vestido de boda, porque ella se lo había
pedido. Alejandro estuvo con su hermana en un campamento y Jennifer estuvo
“aburrida” en el mejor crucero del mundo. Esas vacaciones fueron para Brenda
las mejores, pero para Alejandro no, porque su hermana lloraba por su madre y
cuando él la veía también se ponía a llorar.
Pasaron tres meses
y volvieron al instituto. Todos contaban lo que habían hecho esos días, hasta
Jennifer, que lo que pretendía era ganar reputación. En la primera clase, que
era la de Matemáticas, empezaron el libro directamente, porque su profesor era
muy duro.
-Ha sido sentarse
en la mesa y empezar-le susurró Cecilia a Brenda mientras solucionaba las
ecuaciones que tenía en el libro.
-Al menos hemos
podido entrar- se rió Brenda.
Las otras clases
estuvieron muy bien, hasta que llegó el recreo. Jennifer montó su numerito:
-Brenda, no sabes
lo bien que juego al fúbol.
-¿Al fútbol,
dices?- preguntó con tono burlón Cecilia.
-Te retaría, pero
me das pena-le dijo Jennifer-. De todos modos, nunca podrás alcanzar mi nivel.
Brenda soltó una
carcajada.
-Pues acepto el
desafío. Mi equipo estará formado por Cecilia, Alejandro, Carlos y yo.
-Pues el mío por
mí, Lola, Paula y Saray.
-¿Por qué
yo?-preguntó Paula
-Porque sí. El
árbitro será Paul.
Paul era el chico
al que le gustaba Jennifer, por eso lo escogió.
Paul tocó el silbato
y empezó el partido. Si no llega a ser por Paula, casi al final el marcador
no estaría así:
Brenda
|
Jennifer
|
4
|
4
|
-Sólo queda un gol
para terminar el partido-gritó Paul.
Brenda le dirigió
una mirada a Cecilia, que quería decir: “Márcalo tú” y Cecilia tembló de pies a
cabeza. Paul volvió a tocar el silbato y siguió el partido. Brenda tenía el
balón, se lo pasó a Alejandro, Paula se lo quitó, chutó, pero Carlos lo paró.
Se lo pasó a Brenda y ella fue corriendo hacia la portería, se lo pasó a
Cecilia y ella se acercaba a la portería, pero… ¡Jennifer le dio con el codo en
la cara y un puñetazo en la barriga! Cecilia salió rodando por la arena hasta
que llegó a las escaleras, donde Brenda la paró y la ayudó a levantarse. Todos
fueron hacia ella menos Jennifer, que estaba “muy ocupada” marcando un gol.
Cuando lo consiguió, gritó:
-¡He ganado!
Pero nadie le hizo
caso, salvo Paul, que fue corriendo a su encuentro. Mientras tanto, Brenda,
Cecilia, Alejandro, Carlos y Paula le contaban la historia al director, quién
cogió un botiquín y curó las heridas de Cecilia.
-Llevadla a casa.
Necesita estar en reposo para que las heridas ya no le duelan-dijo éste.
Eso hicieron.
Brenda y Alejandro la acompañaron, y después volvieron al instituto.
A Jennifer la
castigaron una semana entera dejándola en clase hasta las tres.
A Cecilia se le
curaron las heridas, y sólo le quedaron unas pequeñas cicatrices. Después de
aquella semana, todo se llenó de sucesos interminables. En primer lugar, una
chica nueva llegó al instituto. Tenía un pelo liso y rubio, al que enganchaba
pinzas de colores. Era una chica muy simpática que se hacía querer, con la que
pronto hicieron amistades Cecilia y Brenda. En segundo lugar, se celebró la
noche del terror. Muchos de los alumnos se metieron en el instituto y caminaron
por él. Salían brujas de los armarios, cuentos de terror por los agujeros de la
escalera y trols de las clases. En
tercer lugar… Bueno, esto lo contaré detalladamente.
Brenda salió del
instituto y se encontró con Carlos. Él le dijo:
-Me ha dicho
Antonio que te diga que le gustas. ¿Te quieres casar con él?
Brenda se quedó
sin palabras. Antonio le había dicho a Carlos que le preguntara si quería
casarse con él.
-¿Perdón?-preguntó
la chica.
-Se fue. ¿Quieres
o no?
-¡Claro que no!
-Pues lo apunto y
luego se lo digo. Yo he insistido en que no lo hiciera, porque ya estabas
conmigo.
-A mí no me
gustas.
Brenda le dio a
Carlos un bofetón. Éste se fue con su bicicleta.
En cuarto lugar,
Rosalía se echó un novio. Era rubio, alto y con ojos azules. O sea, un mini
queso.
En quinto lugar, Alejandro le dijo a Brenda que
le gustaría casarse con ella, pero lo dijo con tan poco esmero que la chica no
le dio mucha importancia.
Bueno, ya os he contado lo que pasó esa semana.
La semana siguiente era el cumpleaños de Cecilia, y todas las chicas del
instituto asistieron. La chica había alquilado un polideportivo gigante, puso
mesas, montó un escenario y contrató a un grupo de bailarines, para que
hicieran una actuación. Puso una valla para separar la calle del pequeño jardín
y en éste puso su tarta. Cecilia siempre ahorraba dinero para su cumpleaños, y
con la paga, la lotería del instituto (era fácil que te tocara) y el dinero de sus
abuelos conseguía cinco millones de euros. Si juntáramos todo el dinero que
gasta Cecilia en sus cumpleaños nos saldrían casi cien millones. La fiesta
empezó a las siete de la tarde y acabó a las doce de la noche. Durante ella,
José le dijo a Cecilia que le gustaba, y la chica se puso loca de contenta. Se
lo contó a Brenda mientras recogían. Por eso, Cecilia, sus padres, Brenda,
Alejandro y José volvieron a sus casas a las dos de la madrugada. Cuando Brenda
entró en su dulce hogar, una amarga sorpresa le estaba esperando. ¡Su padre, el
señor Adam Brown la estaba esperando!
- ¡Brenda, habíamos quedado en que vendrías a
las doce y media! ¡Te has retrasado una hora y media!
La joven quería bostezar, pero no podía. La
cara de su padre le hacía estremecer. Después de unos minutos de silencio,
logró decir:
-Me he quedado ayudando a Cecilia.
Y bostezó.
La cara de Adam se volvió aún más fiera.
-Pues mañana hablaremos de esto.
La chica se apresuró a su cuarto. Cerró la
puerta, se acostó y durmió. No lo hubiera hecho si no tuviera tanto sueño. El
siguiente día era domingo, y tendría que ir a misa con su padre. Si se quedara
dormida y fuera a la de por la tarde…
Amaneció y Adam Brown se despertó. Se preparó,
desayunó, se duchó y, a las once intentó despertar a Brenda. No había manera…
Brenda había decidido dormir hasta las tres de la tarde.
Brenda se despertó para mirar la hora. Era la
1:52.
Siguió durmiendo, aunque no pudo. Cerró los
ojos e imaginó que estaba de luna de miel con Alejandro. Estaban en una
cascada, y, de repente, Alejandro se cayó. Brenda se removió en la cama e
intentó olvidar ese pensamiento. Tenía que abrir los ojos, pero su madre se
acercaba…
Brenda gritó. Sus padres y su hermana fueron a
su habitación, pero Brenda se había escondido. Ellos se fueron, preocupados, y
la chica salió.
-Mañana no tendré que ir a ningún sitio con mi
padre- pensó-.Nunca volveré a hablarle, me da mucho miedo.
Pero Brenda tuvo que romper su promesa. El
siguiente día, por la tarde, había una charla en el ayuntamiento, y los alumnos
del instituto iban a hablar. Las personas les hacían preguntas a las que ellos
tenían que responder con claridad.
-Brenda, te toca-le dijo su padre mientras
Brenda requeteleía su papel.
La chica se puso detrás del micrófono, tosió y
empezó:
-Estimados vecinos; nunca hemos desobedecido
las órdenes del alcalde. Por esa misma razón, mi deber es decirles que no
ensucien las calles, (por eso hemos puesto papeleras a cada metro), que aten a
los perros que puedan causar violencia y que vigilen a los niños en los parques
y ríos.
-Perdón, señorita, pero, ¿mi perro es violento
o no?-dijo la señora Mowrris, con un pequeño deje de malicia.
-¿De qué tamaño es?-preguntó Brenda, haciéndose
la tonta, pues ya sabía cómo era el perro.
-Mide unos cien centímetros y pesa noventa y
seis kilos.
-Pues entonces átelo-dijo Brenda en el tono más
seco que pudo.
-Brenda, no me gusta decir esto, pero, ¿el
ayuntamiento no va a hacer nada?-le preguntó su padre.
Brenda no pudo aguantar.
-El ayuntamiento hace muchas cosas. Por
ejemplo, he dicho que han puesto papeleras a cada metro.
El padre de Brenda se cayó. Su hija le estaba
llamando sordo. Solamente tosió y se acomodó en su asiento.
-Brenda, por favor-dijo un muchacho joven,
gordito y rubio-.Me gustaría saber dónde se van a hacer los fuegos
artificiales. El ayuntamiento no manda cartas sólo por dinero.
-Tranquilo, no sé dónde serán, pero me enteraré
y lo contaré en la reunión del jueves.
-Gracias.
Cuando por fin terminaron las preguntas, Brenda
corrió para llegar a la biblioteca.
-¿Tenéis la película de “La princesa y el
delfín”? Es para mi hermana. Siento no haber llegado antes de que empezárais a
cerrar, pero es que estaba en un discurso.
Como Ana (la que llevaba la biblioteca) era
amiga de Brenda, respondió:
-Tenemos dos películas, y las dos están nuevas.
Si quieres, te envuelvo una en papel de regalo para que se la regales a tu
hermana.
-Gracias, Anita.
-¡No me llames así!-exclamó Ana mientras
envolvía la caja con la película.
Cuando Brenda llegó a casa, le dio a Rosalía el
regalo.
-¡Gracias, Brenda!- exclamó Rosalía mientras
besaba a Brenda en la mejilla.
Esa noche, todos vieron la película, y, al
acostarse, Rosalía soñó con flores.
Capítulo V
Ya había pasado un año. Era el día de la boda
de Fátima, y Brenda y Cecilia estaban preparando a la novia. Alejandro todavía
no había llegado.
-Estás preciosa, Fátima-le dijo Cecilia-.Ojalá
yo de mayor tenga tu cuerpo. Eres delgada, pero no esquelética, como yo.
-Supongo que lo he heredado de mi madre-Fátima
suspiró-. “Sí, el cuerpo de la madre, y la belleza del padre”, como dice la tía
Roteymeller. ¿Recuerdas, Brenda?
-Sí. Nunca me he reído tanto como con el tono
en el que habla- Brenda se rió.
-¿Se puede saber de qué estáis hablando,
chicas?-preguntó Cecilia.
Fátima respondió:
-Lo siento, Cecilia. Hablábamos del tono en el
que dice las cosas la tía Roteymeller. Tiene una cara alargada y feúcha, pero
no creas que carece de genio. Al contrario, le dices que hace un día soleado y
se enfada.
-Creo…-dijo Cecilia-.Creo que la tía
Roteymeller no me va a caer muy bien.
Todas rieron. Después, salieron al jardín,
donde se iba a celebrar la boda.
Alejandro llegó. Se sentaron y disfrutaron de
la boda. A la hora de decir “sí, quiero” Cecilia se puso tan contenta que
lloró. Alejandro tuvo que gastar una bolsa de pañuelos porque lloró bastante.
Era tan bonito…Había una música relajante de fondo que les hizo a todos echar
una lagrimita.
Al final del día, Brenda fue al puente del río
que cruzaba el jardín. Alejandro llegó después de unos minutos, y le dijo.
-Brenda, te quiero.
A continuación, la besó.
Ese día fue el más feliz de la vida de
Alejandro, pero no el más importante, puesto que fue el día en el que su madre
murió.
Fin
UN ADELANTO DE:
AQUELLA AMIGA DEL MAR
¡MI NUEVO LIBRO CASI ESTÁ!
PEQUEÑO CUENTO IMPROVISADO
Un amanecer caluroso de verano, en el que la brisa de la mañana entraba por las rendijas de las ventanas y los primeros rayos del sol se alzaban sobre los árboles, tomando el control de todo lo que pisaban, una manada de lobos avanzaba rápidamente hacia el pueblo. Nadie se había fijado,excepto un niño llamado Pedro, que había madrugado para poder ver cómo se levantaba su pueblo y cómo se preparaba el mercado, con el olor del pescado mezclado con los bollos de la nueva panadera, que, a decir verdad, no estaban tan buenos como los de Rita, la antigua panadera. Pedro miraba por la ventana, paralizado por el terror que le causaban esos sangrientos animales, que cada vez corrían más y más, buscando una presa fácil de engañar. Pero ese sólo era el principio, porque su madre, Catalina, estaba a punto de salir de casa, por lo que Pedro salió de su habitación corriendo para avisarle del riesgo que corría.
-¡Mamá, mamá, debes hacerme caso, hay lobos grandes y feroces que vienen hacia aquí!-le decía Pedro a su madre, cada vez más fuerte.
-Hijo, no me va a pasar nada, y, además, es imposible que haya lobos, ¡este pueblo tiene una gran muralla!-le trataba de convencer su madre.
-Pero... ¡estoy seguro de que los he visto! Mira, ven a verlos-dijo Pedro, empujando a su madre hacia la ventana.
Catalina miró, pero no vio nada. Después, asintió:
-Pedro, habrá sido un sueño.
El niño volvió a mirar por la ventana. Ahora no estaban. ¡Pero estaba seguro de que los había visto!
Aquí tenéis el PDF para descargaros (si queréis) mi libro de "los 5 magos"
https://drive.google.com/file/d/0B8_91rq4iOtVOTVVOU0xUTVyUEE/view?usp=sharing
UN ADELANTO DE:
AQUELLA AMIGA DEL MAR
¡MI NUEVO LIBRO CASI ESTÁ!
Diana estaba en una gira por todo el mundo con “Los rock
and roll 2”. Sara, Diego, Marcos y ella habían aprovechado para quedarse unos
meses en Andalucía, y cada día iban en su autobús a las ciudades con playa de
esa comunidad autónoma. Diana ya era joven; tenía quince años y, después de
aquella gira quería asistir un año a un instituto de Inglaterra. Su grupo había
ganado mucho dinero, por eso Diana podía permitirse algún que otro viaje, sin
olvidar a su abuelo, Miset Lluliam, que ahora vivía en una pequeña casa, al sur
de España, rodeada de campo que, aunque a Diana le gustaba más la playa,
carecía de tristeza por la mudanza. Sara, por su parte, era más feliz con “Los
rock and roll 2” que lo que hubiera sido con Michel Junior.
Diego y Marcos solían ir a correr por las playas de
Andalucía, con sus zapatillas caras y su cuerpo atlético, que cubrían con unos
pantalones vaqueros y una camisa blanca el primero, y el segundo con una
camiseta de manga corta y unos pantalones ajustados. Las chicas tampoco vestían
nada mal, ya que Diana vestía con unos pantalones ajustados hasta la rodilla y
una camiseta con estampado de corazones, que le daba un toque de informalidad.
Sara lucía un vestido azul claro, con un cinturón ceñido y un
broche con forma de estrella.
Diana estaba en la playa, con un vestido vaporoso, y una
sonrisa de oreja a oreja.
-¿Por qué sonríes de esa forma?-le preguntó Diego.
-Me han…-Diana rió-Me han contratado para hacer un anuncio.
-¿Y de qué va?-preguntó Marcos, mientras mordisqueaba una
galleta.
-Voy a anunciar una colonia. Como recompensa me darán tres
bolsas con colonia, un pequeño osito de peluche y un diploma de que he hecho mi
primer anuncio. Ah, mira, ahí viene mi jefe.
-¿Tu jefe? ¿No dices que eres libre?-le preguntó Sara, algo
desconcertada.
-Sí, Sara, pero ahora mismo él es mi jefe del anuncio-rió
Diana.
El hombre se acercó. Era alto, delgado y refinado. Tenía el
pelo castaño y las orejas picudas. “Si no llevara un traje y un ordenador,
parecería un duende” le susurraba Diana a Sara cada vez que le miraba.
-Buenos días, señoritos y señoritas-dijo con un tono como
quien no quiere saludar.
-Buenos días, jefe-le saludó Diana-. Ayer estuve ensayando
toda la noche. Creo que me sale muy bien, pero su opinión es la más importante.
-Sí, y dice que es libre-le murmuró Marcos a Diego.
-Diana, acompáñeme al plató, por favor-le pidió el hombre.
-¿Y no puede enseñárselo aquí?-le preguntó Sara, enfadada.
-¡Claro que no, Sara! Además, las órdenes de mi jefe nunca
pueden infringirse-respondió Diana.
-Así es, Diana. Ahora, si me disculpan, nos tenemos que ir
a la otra punta de esta ciudad-dijo el hombre.
-Esta ciudad se llama Cádiz-pensó Marcos una vez de que
Diana y el hombre se hubieron ido.
-Pobre Diana-dijo Sara-. En las garras de ese hombre…
-…Ese hombre tan formal y refinado. Me cae tan
mal…-prosiguió Diego.
-…Que a veces lo mataría-terminó Marcos.
Con esa frase, todos se sobresaltaron.
-Bueno, Marcos, en verdad,
eso es lo que pensamos todos. ¡Pero no lo decimos!-dijo Sara.PEQUEÑO CUENTO IMPROVISADO
Un amanecer caluroso de verano, en el que la brisa de la mañana entraba por las rendijas de las ventanas y los primeros rayos del sol se alzaban sobre los árboles, tomando el control de todo lo que pisaban, una manada de lobos avanzaba rápidamente hacia el pueblo. Nadie se había fijado,excepto un niño llamado Pedro, que había madrugado para poder ver cómo se levantaba su pueblo y cómo se preparaba el mercado, con el olor del pescado mezclado con los bollos de la nueva panadera, que, a decir verdad, no estaban tan buenos como los de Rita, la antigua panadera. Pedro miraba por la ventana, paralizado por el terror que le causaban esos sangrientos animales, que cada vez corrían más y más, buscando una presa fácil de engañar. Pero ese sólo era el principio, porque su madre, Catalina, estaba a punto de salir de casa, por lo que Pedro salió de su habitación corriendo para avisarle del riesgo que corría.
-¡Mamá, mamá, debes hacerme caso, hay lobos grandes y feroces que vienen hacia aquí!-le decía Pedro a su madre, cada vez más fuerte.
-Hijo, no me va a pasar nada, y, además, es imposible que haya lobos, ¡este pueblo tiene una gran muralla!-le trataba de convencer su madre.
-Pero... ¡estoy seguro de que los he visto! Mira, ven a verlos-dijo Pedro, empujando a su madre hacia la ventana.
Catalina miró, pero no vio nada. Después, asintió:
-Pedro, habrá sido un sueño.
El niño volvió a mirar por la ventana. Ahora no estaban. ¡Pero estaba seguro de que los había visto!
Aquí tenéis el PDF para descargaros (si queréis) mi libro de "los 5 magos"
https://drive.google.com/file/d/0B8_91rq4iOtVOTVVOU0xUTVyUEE/view?usp=sharing
Que bonita te a quedado la historia el único fallo es que creo que debes repartir un poco más la historia entre los capítulos para que no te queden capítulos larguísimos y otros pequeñisimos
ResponderEliminarVale, lo tendré en cuenta para la próxima vez. ¡Gracias por la crítica! :)
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